martes, 3 de junio de 2014

 "Del arte de ser maestra y maestro a su profesionalización".


1.- Balance Historiográfico.

La historiografía de la educación ha privilegiado la zona central de nuestro país, por lo que es en ésta en donde se encuentra la mayor producción de estudios en derredor de la historia de las escuelas normales.
Entre algunas de estas investigaciones se pueden mencionar las de Concepción Jiménez Alarcón para la ciudad de México, al igual que las de Alfonso Sánchez García, Elvia Montes de Oca, Alberto Saladino y Margarita García Luna para el estado de México; para el estado de Aguascalientes se cuenta con la investigación de José Bonifacio Barba y Margarita Zorrilla. . 
         
       Una serie de monografías, realizadas para conmemorar algún aniversario de las escuelas normales en nuestro país, permiten ubicar la fundación de estas instituciones. Entre otras, se encuentran la de María Edmée Alvarez, estudio realizado para conmemorar las bodas de oro de la escuela normal de Chihuahua; también para conmemorar el centenario de la Escuela Normal de Durango, Nohemí Guzmán y Martha Alba García publicaron una monografía; en lo que se refiere a Zacatecas se puede mencionar la monografía de Salvador Vidal; en la monografía de Teodomiro Manzano, se dedica un capítulo a la fundación de la Escuela Normal de Hidalgo; también se encuentra la de Francisco Hernández

Espinosa, quien dedica uno de los capítulos a la Escuela Normal de Colima fundada en 1884; para el estado de Veracruz existen varias monografías entre las que podemos mencionar la de Juan Zilli y la de José Jerónimo Reyes, quienes se refieren a la Escuela Normal Veracruzana establecida en Jalapa en el año de 1886; las monografías de Jesús Romero Flores y de Raúl Arreola, nos acercan tanto a la fundación de la Academia de Niñas, como a de la Escuela Normal para Profesoras en Michoacán; para el estado de Jalisco nos encontramos con dos monografías de Angélica Peregrina; para la ciudad de México se puede mencionar la monografía de Cinosura Constantino Blancas; para el estado de Oaxaca, contamos con dos monografías de Policarpo T. Sánchez; por otro lado, Rubén García realizó otra más para la Normal de Puebla; finalmente, se cuenta con la de Raúl García, en donde el autor realizó un homenaje a la Escuela Normal de Tamaulipas por su 75° aniversario.
Gran parte de estas monografías se encuentran dispersas en bibliotecas, tanto del Estado de México, como del Distrito Federal.          
       Finalmente, en obras generales sobre historia de la educación, se hacen referencias a algunas de estas normales; como en las de Ernesto Meneses, Alberto Arnaut, Mílada Bazant, Engracia Loyo, Guillermo Hernández, Luz María Deloya et al., Josefina Vázquez, Moisés González Navarro, Luz Elena Galván, y en la que recopilaron varios autores sobre la educación en el estado de México.                 2.- El arte de ser Maestra y Maestro. Las Escuelas Normales Lancasterianas. Dentro del arte de ser maestra y maestro, se encuentran las Escuelas Normales de la Compañía Lancasteriana. Estas escuelas surgieron por iniciativa privada y eran gratuitas. En la ciudad de México en 1823, se fundó la primera Normal Lancasteriana. El propio ministro, Lucas Alamán, se entusiasmó con un proyecto que le presentó la Compañía Lancasteriana para fundar una escuela normal en el ex-convento de Belén. Este sistema tenía la posibilidad de que, un solo maestro podría enseñar a 1 386 alumnos, divididos en tres aulas; de primeras letras; una "especie de secundaria" con clases de francés, latín, dibujo y matemáticas; y la Escuela Normal con un cupo para 418 alumnos. Esta Normal abrió sus puertas en la segunda mitad de 1823, desgraciadamente su vida fue muy corta, debido a "la falta de estudiantes". En febrero de 1824 se decía que la Compañía había advertido con dolor que "no se han presentado hasta ahora sino cinco o seis". De aquí que exhortara de nuevo a los preceptores para que aprendieran el método en tan sólo seis meses. Las clases fueron impartidas en las noches durante cuatro meses, y dos más de práctica en una escuela para adultos.                 En los estados, también se fundaron escuelas normales lancasterianas, como en Zacatecas, Veracruz y Chihuahua, en 1826; y en Tamaulipas, Jalisco, Michoacán y Chiapas, en 1828. Posteriormente, se fundó la de Nuevo León en 1842. De este modo, la primera institución que surgió en nuestro país para la formación de los futuros preceptores (profesores) para la enseñanza elemental, partió de la iniciativa privada, sin embargo contó con ayuda económica de los gobiernos de los estados que, además, les facilitaron antiguos ex-conventos y otros edificios para establecer dichas escuelas.                  La Compañía Lancasteriana cubrió un largo período, de 1822 a 1890. A pesar de que en su última etapa ya no fue tan efectiva, es importante reconocer su continuidad en medio de los problemas tanto políticos como económicos, que vivió nuestro país durante el siglo XIX. Fue en esas Normales y con el sistema de enseñanza mutua, que se formaron varios de los preceptores decimonónicos. Sobre este sistema, José María Luis Mora comentaba que no había logrado “fundar ni sostener el número de escuelas que había deseado, pero su avance había sido notable”. Las escuelas se multiplicaron, por lo que este mismo ideólogo afirmaba que, durante los primeros años del México independiente, “la enseñanza primaria no se perfeccionó gran cosa, pero se difundió asombrosamente por toda la República”.                3.- En camino hacia la profesionalización del Magisterio.

Al iniciarse la década de 1870, el magisterio mexicano llevaba ya una larga trayectoria. Su formación se había realizado por medio de las escuelas lancasterianas, o bien por medio de la práctica con otros maestros. Era como un “oficio”, como un “arte de ser maestra y maestro”. De aquí la importancia del inicio de esta profesionalización del magisterio.
Dominique Julia se hace la siguiente pregunta en relación con la profesionalización de los docentes: ¿cuáles son los saberes y costumbres requeridos a un futuro enseñante?
         Es esta inquietud la que guiará este inciso.
Ahora bien, durante la República Restaurada y el Porfiriato, nos dice Arnaut, el magisterio "se expandió y creció cualitativamente", además de que "dejó de ser una profesión casi libre para convertirse en una profesión de estado".          Las escuelas normales, entonces, se preocuparon tanto por las "materias pedagógicas", como por cómo enseñarlas. Este hecho llevó a una transformación de su "identidad profesional".          De este modo, las normales fundadas a partir del porfiriato e, incluso, algunas de ellas algunos años antes, se empeñaron en que uno de los principales saberes debería de ser el de la pedagogía. Durante el régimen de Díaz y sobre todo después de los Congresos de Instrucción Pública (1889 y 1890), se deseaba que fueran los cursos pedaógicos y, en especial los de carácter práctico, el "eje que estructurara los programas de estas
normales ". 
        
En el Segundo Congreso de Instrucción Pública (1890), se inició la discusión sobre el currículum de las escuelas normales, sin embargo, como no hubo tiempo para ponerse de acuerdo sobre su distribución, se propuso "dejar a las escuelas normales la plena libertad de organizarse en consonancia con las necesidades y costumbres de las regiones en que estén llamadas a ejercer su acción fecunda". De hecho, se consideró que era de "absoluta necesidad la difusión del normalismo", por ello se creó, en cada entidad federativa, un centro que tenía la finalidad de propagar el magisterio. Los maestros que fueran a trabajar en las primarias elementales (1° a 4° grado), cursarían tres años en la Escuela Normal, y los de la primaria superior (5° y 6° grado), tendrían que permanecer en ella cinco años. Se concluyó que, para ingresar a la Normal, no era necesario haber cursado la preparatoria.                   Además de preocuparse por la preparación del futuro maestro/a, en este Congreso también se puso el acento en la conveniencia de que contaran con un título. Durante el porfiriato, comenta González Navarro, el número de escuelas normales aumentó de 12 en 1878, a 26 en 1907; tres de estas eran de mujeres y "se cuadruplicaron tres décadas después". Aclara que no todos los estados contaban con escuelas normales, ya que algunos tenían la carrera del magisterio pero se seguía en los institutos o colegios. Se refiere también a otros estados que, como Baja California, Tlaxcala, Hidalgo, Morelos y Quintana Roo, "no dieron en ninguna forma esa enseñanza".                 De hecho la fundación de estas escuelas normales fue muy irregular, ya que cada estado tenía sus propios

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